CRD, la artesanal exclusividad ‘made in Spain’ de unas motos de ensueño. EL CONFIDENCIAL
Por Juan Pedro de la Torre para El Confidencial.
Desde hace más de una década la producción de motos de estilo ‘café racer’, motos con el aspecto de las clásicas deportivas del pasado, se ha consolidado hasta el punto de que todos los grandes fabricantes han desarrollado modelos específicos de esa estética, desarrollando una amplia gama para satisfacer la creciente demanda de este tipo de vehículos. No es por tanto una moda, sino una realidad, otra opción dentro de la amplia variedad de segmentos existentes en la industria motociclista.
Estas motos de estilo clásico siguen siendo interesantes y reproducen fielmente los evocadores modelos del pasado, pero con la tecnología de hoy. Son indudablemente atractivas, pero carecen del alma de las motos de hace varias décadas. Son una opción, pero también existe la posibilidad de aspirar a algo más real y evocador, y eso es a lo que se dedica CRD, que lleva desde 2010 trabajando en el arte de la personalización de motos, labrándose un prestigio que ha trascendido nuestras fronteras. No es fácil mantenerse más de una década en un segmento tan volátil y tan sujeto a las modas dentro de la industria motociclista, aunque en este caso tendríamos que hablar de artesanía motociclista, que es realmente lo que se lleva a cabo en los talleres de CRD.
Tras estas siglas se oculta la esencia de la empresa: Cafe Racer Dreams. Su objetivo es claro: ofrecer al cliente la moto de sus sueños. Lo que comenzó siendo un trabajo de dos amigos en un taller, con un exquisito gusto y una extraordinaria calidad, ha terminado siendo una de las empresas más reconocidas a nivel internacional en este sector. Actualmente, CRD pertenece al empresario santanderino Jaime Colsa, exitoso profesional en el sector de la logística, amante del arte y apasionado del motor, que contactó con CRD como cliente en 2015, se incorporó como socio al cabo de dos años y terminó adquiriendo la compañía, aportando un enfoque empresarial a la marca.
“Yo comencé como cliente de CRD, me gustó su forma de trabajar y empecé a ayudarles desde la vertiente profesional porque vi que les faltaba ese punto de vista”, nos aclara Jaime Colsa, el CEO de CRD, que en su faceta de empresario no puede desligar el valor emocional que le inspira la empresa: “El trabajo que se realiza en CRD para mí es arte, lo veo como arte, porque es bello”, asegura.
Y tiene toda la razón. A poco que te guste el mundo de la moto te tienes que emocionar viendo los modelos realizados por CRD. No hay dos motos iguales. CRD lleva realizadas hasta el momento casi 130 motos, y ninguna se repite. Hay determinados acabados que pueden resultar similares, pero hay diseños, esquemas de color, pintura… mil y un detalles que las diferencian.
En estos momentos CRD ha dado un giro para conseguir una mayor rentabilidad como empresa, mejorando su productividad sin una merma de calidad: “Antes se hacían 8 o 9 motos al año, y eso no dejaba margen para soportar esta estructura. Nuestro objetivo es conseguir una producción de entre 20 y 25 motos al año. En 2021 hicimos 20 modelos, y hemos conseguido hacer un negocio rentable, incrementando la calidad. La introducción de un concepto industrial a la producción y en la gestión con los proveedores nos ha permitido ser más eficientes y mejorar”, asegura Colsa.
CRD es una estructura reducida pero de gran rendimiento. El director de producción es Juan López, que en su momento fue director general de Gas Gas, y Marcos Castro es el jefe de mecánica, formando parte de CRD desde su creación.
Contacto directo
Uno de los detalles diferenciadores de CRD es que solo trabajan sobre modelos de BMW, básicamente las conocidas R 90 S y R 100 RT, dos motos cautivadoras de los años setenta. “Antes en CRD se trabajaba en todo tipo de motos: Yamaha, Honda, Harley-Davidson… Se customizaba cualquier modelo. Pero las BMW, en especial los modelos R, tenían más aceptación y eran más gratas de hacer que el resto, se acababan mejor. Recibimos muchos premios en grandes ferias como mejor construcción del año entre 2014 y 2017”, indica Colsa.
También se diferencian por mantener un estrecho trato con su cliente. Este puede llegar con su propia moto para someterla a una transformación por parte de CRD siguiendo sus indicaciones o sus ideas, o elegir un diseño que le sugiera la marca, que es la forma de trabajar que están siguiendo mayoritariamente en los últimos años.
“Hasta hace poco hacíamos las motos que nos ponían delante, pero ahora hacemos más motos sin tener un cliente definido, realizando una apuesta para demostrar lo que somos capaces de hacer sin que nos lo pidan”, indica Jaime Colsa. Desde que el cliente llega con una idea o se interesa por un modelo, el contacto es muy estrecho con él, y en CRD siempre están abiertos a sugerencias y cambios; y una vez entregada la moto, cuenta con un año de garantía y está completamente homologada para su uso.
El proceso es muy sencillo: en el momento en el que se confirma el modelo, el cliente abona el 50 por ciento del coste y se le asigna un número de identificación, que será el ‘DNI’ de la moto para siempre, estableciéndose un contacto personal para mantenerle perfectamente informado de cualquier novedad en el proceso de producción, en el que suelen emplearse entre seis y ocho semanas, dependiendo del modelo elegido. En el precio de venta se incluye el traslado de la moto a cualquier rincón de España, y además CRD se encarga de gestionar también el traslado al extranjero, porque buena parte de sus clientes son foráneos. Las CRD han viajado por medio mundo: Europa, Estados Unidos, Emiratos Árabes, Australia o Hong Kong, y esa demanda llevó a la empresa a abrir delegaciones en Estados Unidos y Emiratos Árabes.
Lógicamente, hacer una CRD no es barato. Su precio oscila entre los 35.000 y los 55.000 euros, y la mayoría de sus clientes son extranjeros. Pero en este sentido son discretos. Su equipo de redes sociales no hace excesivo alarde de su clientela, a pesar de que entre los propietarios de CRD se encuentran personajes tan conocidos como David Beckham o Xabi Alonso, que han lucido gustosos sus respectivas motos en las redes sociales, lo que ha reportado una extraordinaria publicidad a la marca.
Un proceso elaborado
La metodología del trabajo en CRD les ha llevado a anticipar su labor para mejorar su rendimiento, avanzando en las labores básicas de preparación de las motos antes de entrar en el detalle de la personalización. “Para anticipar nuestro trabajo solemos comprar motos sin esperar a que tengamos un encargo de un cliente. Una vez empezamos con la moto no es como una producción en serie, pero eso nos permite realizar un proceso que reducirá costes de producción”, indica Jaime Colsa.
Prácticamente todas las motos que compran las consiguen en España, a pesar de que el precio en el mercado de segunda mano se ha disparado en nuestro país. Una vez que tienen la moto proceden a revisarla y dejarla en orden de marcha, prescindiendo de los componentes que no se van a emplear en el proceso de producción. También se mejoran elementos como las suspensiones y los frenos, con material de primer nivel. Uno de los principales cambios es la modificación del subchasis, adoptando un diseño propio que ha servido de ejemplo para otros preparadores. A partir de ahí entra en juego la capacidad de imaginación y de fascinación de sus diseñadores.
De momento, CRD no se plantea salir del motor bóxer de BMW para probar con otro tipo de configuraciones de la marca alemana, como sería la serie K, pero Colsa no descarta probar con un propulsor más moderno, aunque siempre boxer, como el que equipa a la serie R Nine-T, aunque un modelo tan actual carece del poder evocador que arrastran las motos clásicas. En cualquier caso, si pasa por la magia de CRD, qué duda cabe de que será una moto diferente, exclusiva y, por supuesto, única.