«Afinidades y divergencias en el coleccionismo español». ARTEINFORMADO
Como todo, coleccionar supone una actividad, pasión y dedicación variable según el desempeño que realiza cada coleccionista. Factores como la profesión, las inquietudes personales, la experiencia vital o las relaciones con el arte y sus agentes culturales, resultan ineludibles a la hora de construir y evolucionar el criterio de cada una, cada uno. No obstante, y a pesar de estas mismas distinciones, si conformamos un panorama amplio sobre quién, el qué, y cómo se colecciona en España, se pueden establecer ciertas cercanías y diferencias entre los modos y los perfiles que presentan l@s coleccionistas españoles.
Es, al menos, lo que se ha intentado desde ARTEINFORMADO tras haber dedicado casi un año a revisar y completar un informe sobre 100 coleccionistas activos de arte contemporáneo en España, cuya publicación tendrá lugar próximamente. Durante este proceso sobre el quehacer del coleccionista español y el desarrollo de su colección de arte contemporáneo, se han conseguido más de una treintena de entrevistas, exactamente 34, que responden ante el porqué se empezó la colección; qué líneas de fuerza la definen; cuál ha sido el desarrollo en planteamientos e intereses artísticos, y si se apoya a otras entidades, públicas o privadas, para potenciar el coleccionismo y la creatividad artística.
Es, precisamente, al hilo de las contestaciones, como establecemos tres maneras orientativas sobre la práxis de cada coleccionista y su proyecto de colección, que sirven como anticipo del que será el primer informe sobre coleccionistas españoles en activo, que sigue la línea del presentado en la edición de ARCOmadrid 2017 sobre coleccionismo latinoamericano (ver aquí presentación y el Informe).
La Colección Adrastus, la Colección María José Jové, la Colección Foto Colectania, la Colección del MEAM y la Colección Truck Art Project, tienen en común el ser colecciones que comenzaron por iniciativa de sus propietarios con sus intereses particulares, pero que con los años han llegado a alcanzar, por su dimensión y proyección, un carácter institucional.
De lo particular a lo institucional
En este sentido, la Colección Adrastus, propiedad de Javier Lumbreras y su mujer, Lorena Pérez-Jacome, se encuentra en este momento terminando los trámites para poner en marcha en la localidad abulense de Arévalo el proyecto museo COLLEGIUM: Producción · Investigación ·Arte. Con más de 600 piezas y con el encargo de la gestión y comisariado a Patrick Charpenel, «COLLEGIUM aspira a convertirse en un proyecto de tal magnitud, que implica importantes obligaciones fiduciarias, legales, económicas y públicas, las cuales requieren de la creación de una filantropía social en conjunto con las entidades locales para poder lograr sus objetivos”, señalan desde el equipo de la colección y Fundación Lumbreras.
En el caso de las siguientes tres colecciones, ya disponen de un lugar físico desde años, donde se han asentado con diferentes programas de educación, museografía, estudio y difusión.
Bajo la presidencia de Felipa Jové, la coruñesa Fundación María José Jové se nutre de la colección familiar atesorada por su padre Manuel José Jové, donada al espacio en 2005, y que con los años ha abarcado desde el siglo XIX hasta el XXI, sobre todo en España. La intención de la familia propietaria ha sido siempre la de «realizar una política abierta a la sociedad y al público plural, que agrupa desde creadores -a los que atendemos con el Premio Bienal Internacional de Artes Plásticas Fundación María José Jove-, y estudiante de Historia del Arte, mediante el acuerdo con la Universidad de Santiago de Compostela, a otros colectivos sociales, con los que apostamos por mejorar el acceso de discapacitados visuales al acercamiento y comprensión del arte».
Como segundo y tercer ejemplo, la Colección Foto Colectania y la Colección del MEAM, ambas instaladas en Barcelona, responden a esos intereses concretos de sus coleccionistas, Mario Rotllant por la fotografía española y portuguesa contemporánea, y José Manuel Infiesta por el arte figurativo contemporáneo. Con el tiempo ambos impulsaron un proyecto con espacio propio, hoy en día, convertido en instituciones gestionadas por un equipo profesional: Fundació Foto Colectania y el Museo Europeo de Arte Moderno, respectivamente.
Por último, Jaime Colsa, cuya colección hoy se inserta en el proyecto Truck Art Project, se podría situar en la frontera con el coleccionista mecenas, que evoluciona desde la adquisición de obra hacia el apoyo a los creadores con el encargo y subvención de proyectos. Su iniciativa, se puso en marcha en 2016 bajo los parámetros «de promover para difundir el arte a través de camiones de rutas comerciales, que se convierten en lienzos móviles pintados por algunos de los artistas más reputados de la escena contemporánea española». Dos años después, y tras su exitosa presentación en ARCO, Truck Art Project se consolida contando con los comisarios Fer Francés y Óscar Sanz, y la ayuda de partners como Burn Energy Drinks. La colección fundamentalmente ha sumado a los camiones intervenidos.
Adquisición privada, propiedad pública
Son muchos, por otra parte, los nombres de coleccionistas que sin institución ni entidad física, han hecho de su afán de coleccionar, una pasión y labor para/por el apoyo del arte y sus creadores. En esta línea, volvemos a encontrarnos colecciones eclécticas en cuanto a planteamientos, hay quienes tienen un discurso e interés muy definido que se percibe en el conjunto de las piezas, y hay quienes suman obras como respuesta al impulso y a la sensibilidad que en el momento de compra les convenció. Además a muchos de estos coleccionistas también les une una evolución desde la adquisición privada al apoyo en forma de mecenazgo a proyectos y entidades culturales, en el que cuenta el préstamo y la donación de obras.
Por ello, nombres como Jaime Sordo, a través de su Colección Los Bragales o al frente de la Asociación de Coleccionistas Privados 9915, la primera asociación española de coleccionistas privados de arte contemporáneo, señala que «nosotros los coleccionistas solo tenemos un título de propiedad, que es la factura de la obra, pero el disfrute y el valor social considero que es pública. Por ello, creo que siempre he prestado obras y he apoyado la educación artística; porque estoy convencido del valor social del arte y del trabajo profesional que realiza el mundo del arte”.
También Antonio Lobo, Harold Berg, Enrique Vallés, Borja Cobaleda, el matrimonio Pilar Forcada y Marcel Pascual, la colección Navacerrada, Álvaro Villacieros, Álvaro López de Lamadrid o Narcís Pujol coinciden en hacer de su colección privada un encuentro de artistas y creaciones al servicio de la sociedad, participando y colaborando en exposiciones, becas y eventos artísticos.
Coleccionar en femenino: íntimo y personal
Al hilo de este último paradigma, se puede enlazar con las colecciones generadas por coleccionistas mujeres, que al igual que los aficionados recientemente nombrados, presentan en cada proyecto maneras de hacer y construir dispares, unas sin discurso, otras recientemente definidas, y algunas con líneas asentadas desde el principio. Sin embargo, lo que sí podríamos considerar como una coincidencia en Pilar Citoler, Teresa Sapey, Candela Soldevilla, Rosa Yagüez, Alicia Aza, Anna Gamazo o Jimena Blázquez es el paralelismo entre su actividad de coleccionar con el de realizar un viaje personal, que les sugiera preguntas, y les altere las respuestas preconcebidas.
Para Alicia Aza por ejemplo, el inicio fue «tomar conciencia de estar haciendo una colección, y mi primera reflexión es dotarla de una identidad. Quería que los soportes fueran fundamentalmente vídeo y fotografía y que el discurso versara sobre la mirada de la mujer en el mundo y realidad que me ha tocado vivir”.
En Anna Gamazo también se despertó «mi gusto por el papel, que fue el que me condujo a la fotografía; en ella vi una manera de ampliar mi gusto por el soporte papel, pero en un contexto más contemporáneo. La fotografía me parecía expresar la época mejor que ninguna otra práctica”.
En el caso de Rosa Yagüez, sus piezas «están directamente vinculadas a mí y a mi entorno, hablan de sensibilidades, gustos e intuiciones y se caracterizan por la idea de apuesta, de rastro personal y de mi interpretación del arte”.
Y para Jimena Blázquez su colección «es realizar un viaje apasionante, lleno de aventuras que descubrir, un viaje sin destino preciso. Por encima de todo, una forma de construir una visión del mundo, crear una trama a partir del significado de todas sus obras y de todas las líneas, más o menos visibles, que las une”.
Desde este punto, la perspectiva del porqué de sus colecciones se acentúa ante un hacer intrínseco a su experiencia individual con la que el arte puede enfatizar.