«El muro que se mueve». EL PAÍS
Todo arte tiene su principio. El arte urbano nació en los vagones del metro y dio tumbos por los barrios urbanos de muro en muro a golpe de espray hasta ser bautizado con un nombre ilegal: grafiti.
Estas manifestaciones del arte urbano llegaron a las galerías, pero no han olvidado las calles. El muralismo contemporáneo circula desde hoy por las carreteras para celebrar, a su manera, la feria de Arco, del 22 al 26 de febrero. El año pasado, esta iniciativa llevó los camiones hasta la feria de arte contemporáneo. Este año circularán por las carreteras cuatro tráileres, enormes muros en movimiento donde han plasmado sus creaciones para Truck Art Project otros tantos artistas: Ana Barriga, Aryz, Remed y Sergio Mora, que hoy, sábado, se empleaban sin descanso en un polígono industrial al sur de Madrid, encaramados en las pequeñas grúas con las que se elevan los palés hasta los camiones. No es fácil pintar en un formato gigante sobre ruedas. No desde luego, para Ana Barriga (Jerez 1984), que siempre ha usado dimensiones caseras para sus pinturas. Desde la grúa dice: «Estoy pintando aquí con un tono que no sé cómo será ocho metros más allá».
El proyecto nació de la cabeza de Jaime Colsa, dueño de la empresa de logística Palibex, que convenció a los camioneros para que prestaran sus muros ambulantes a los artistas del acrílico, del espray. Atada a un palo, la brocha de Aryz (Palo Alto, California, 1988) se mueve por el enorme lateral del camión. Está pintando dos figuras en pugna, dos hombres con los puños en guardia que esperan un buen ángulo para asestar el golpe. De inmediato, se recuerda el célebre lienzo de Goya donde una discusión se resuelve a garrotazos. «Me interesa el conflicto», dice Aryz, pero no sabe explicar muy bien por qué.
Cuatro enormes tráileres pintados por artistas urbanos recorrerán España con su mercancía en paralelo a la feria Arco
La filosofía la pone, un camión más allá, el francés Remed (París, 1978). Da vueltas a su tráiler en patinete, un muro en blanco al que su cabeza tiene que poner remedio. Se para, se fija… Y empieza a enumerar verbos: “El ritual es mirar, pensar, olvidar, volver a pensar, imaginar, proyectar, cancelar. Siempre salgo de la nada, no vengo con ideas. Solo sé que este muro se va a mover y que es un soporte vacío”.
Océano en blanco
Una vez acabado el ritual, Remed se mete en el océano que es el muro en blanco: “El surf es maravilloso, lo he practicado estas semanas y a punto he estado de redireccionar mi vida. Es similar al arte, el 70% es contemplación y entendimiento del contexto”, afirma. “El soporte es el océano y no hay que luchar, solo fluir y entender”. Eso ha hecho con su camión en blanco, disfrutar pero… «Sin ser egoísta del todo. También quiero decir algo».
Y aquí hay algo que decir, incluso al que no quiera escuchar. Porque la clave de este proyecto que comisarían Fer Francés y Óscar Sanz en la parte de arte urbano, es que el espectador es usted, sí, usted que no se va a desplazar para contemplar un muro, ni va a visitar una galería, ni siquiera asistirá a Arco. Usted se va a encontrar camino de su casa el mensaje de Remed. Quiera o no quiera. Y le dará que pensar. Desde luego que sí.
El contexto y su envés, la descontextualización, es la segunda llave maestra de este arte rodante. Ese camión lo mismo cruza su calle que atraviesa el paseo marítimo con un mar de fondo, o enmarcado en un campo de amapolas, o en plena Gran Vía madrileña, porque los camiones transportarán a diario su mercancía.
Hace un tiempo ocurrió, dice Jaime Colsa, que un camión al que Santiago Ydáñez (Jaén, 1967) pintó, por un lado, una cabeza de dóberman y por el otro una de dálmata, no fue del gusto del transportista. Fue en Santander. “Me habéis guarreado el camión, tú sabrás mucho de arte, pero…”, decía mirando de cerca brochazos desatinados, a su entender. Cuando salió con el camión llamó para disculparse: “Todo el mundo me felicita por la calle”.
Así ocurrirá quizás con el tráiler que ha pintado con trazos azules de azulejería Sergio Mora (Barcelona, 1975), que ya diseñó para el cocinero José Andrés el cerquillo de cerámica para su restaurante de Miami. “Yo mezclo lenguajes, el del cómic y el de videojuegos, por ejemplo, y épocas, como esa pin up cincuentera y mi botijoman [su personaje robot, tipo Guerra de las galaxias, con un botijo por cabeza]».
Y así van saliendo estos peculiares azulejos que pasearán por España, vete a saber, de Almería a Vitoria con tomates, o de Badajoz a Sagunto con material informático… Toda la mercancía que se pueda paletizar, es decir, apilar en palés.